El proceso de digitalización de la sociedad se basa en la existencia de un conjunto de tecnologías, algunas habilitadoras y otras específicas que con su desarrollo y despliegue en la sociedad ha transformado radicalmente todos los aspectos de la vida individual y colectiva; de hecho, el funcionamiento de la sociedad depende de ellas.

Tecnologías como la de microelectrónica y semiconductores, la de computación en la nube, la inteligencia artificial, o las redes de comunicaciones móviles se emplean diariamente por miles de millones de usuarios, aunque no sean explícitamente conscientes de ello ni se hayan planteado expresamente hasta qué punto su acceso está garantizado.

La relevancia de estas tecnologías para la sociedad no se limita a la disponibilidad de un conjunto de productos y servicios que nos parecen esenciales, pero que eran inimaginables hace pocos años, sino también a que el control del acceso al conocimiento sobre estas tecnologías, de sus procesos de desarrollo y de fabricación, de la disponibilidad de productos, datos y servicios en todo el mundo se ha convertido en un elemento que define la supremacía entre países y que alimenta su confrontación geoestratégica. Contribuye a ello el que las tecnologías citadas tienen una utilidad dual (tanto civil como militar), y emplean en su difusión infraestructuras terrestres y espaciales vulnerables que transportan datos que es necesario proteger.

Esta relevancia y la confluencia de intereses cruzados impide pensar en una autorregulación entre los actores que las desarrollan y despliegan; obliga a prestar una atención creciente a la forma en la que las tecnologías digitales se “gobiernan” desde tres planos complementarios: el plano técnico (estándares, patentes), el regulatorio (leyes y normativas), y el geoestratégico modulado por alianzas y acuerdos entre bloques de países. No se trata de planos disjuntos, sino que existen estrechas interrelaciones que son utilizadas por los grandes países en su posicionamiento internacional de tal forma que les permita incrementar su “soberanía tecnológica digital”.

Si bien el contexto enunciado afecta e implica a todos los países, el caso particular de la Unión Europea (UE) es particularmente relevante puesto que, obligada a consensuar visiones de sus 27 estados miembros con una historia convulsa, y con capacidades y recursos diferentes, está dotada de una capacidad regulatoria muy elevada que influye en todo el mundo.

En la ponencia se pasará revista a los conceptos básicos de la gobernanza de las tecnologías digitales, utilizando el caso de la tecnología microelectrónica y el control del funcionamiento de las plataformas digitales como ejemplos de la batalla geoestratégica actual, y se presentarán los esfuerzos actuales para completar el marco de gobernanza de datos, servicios y mercados digitales que está realizando la UE.

Finalmente, se propondrán, desde una visión personal, algunos escenarios de evolución futura de la gobernanza digital de la UE hacia el final de la presente década.